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By El Labrador
“A veces imagino que esos seres perdidos acuden a mí para que escriba una historia en la que ellos puedan sentirse a gusto”.
“¿Qué es un libro antes que alguien lo abra y lo lea? Sólo un atado de hojas cosidas por el canto… Son los lectores quienes le instilan el aliento de vida”.
“No escojo el tema, el tema me escoge a mi”.
“Yo recuerdo lo que nunca ocurrió”
“Siempre tengo la mente llena de historias, pero no crean que ando distraída, todo lo contrario: Ando con los ojos muy abiertos y lo oídos atentos, porque lo que ocurre en el mundo también es mi fuente de inspiración. Vivo a través de mis personajes y vivo cada historia como si fuera la mía”.
“… creo que todo lo que escribo es verdad y si no lo es ahora, puede ser verdad mañana… cuando era niña, me castigaban por decir mentiras, ahora que vivo de esas mentiras me dicen escritora”.
“En eso consiste a menudo la escritura: encontrar tesoros ocultos, dar brillo a los hechos gastados y revitalizar el alma desesperada mediante el soplo de la imaginación”.
“El Oficio de Contar” de Isabel Allende
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By El Labrador
Había dos pueblitos indígenas que eran vecinos. Vivían de las ovejas y de lo poco que daba la tierra. Cultivaban en terrazas, la ladera de una montaña que baja hasta un lago muy hermoso cerca de Quito. Las dos aldeas se llamaban igual y se odiaban.
Entre una y otra, había una iglesia. El cura se moría de hambre. Una noche enterró una virgen de madera y le echó sal encima. A la mañana, las ovejas escarbaron la tierra y apareció la Milagrosa.
La virgen fue cubierta de ofrendas. De ambas aldeas le llevaban alimentos, ropas y adornos. Los hombres de cada aldea le pedían la muerte de los hombres de la aldea vecina y por las noches los asesinaban a cuchillo. Se decía: “Es la voluntad de la milagrosa”.
Cada promesa era una venganza y así los pueblitos, que se llamaban Pucará, se exterminaron mutuamente. El cura se hizo rico. A los pies de la virgen habían ido a parar todas las cosas, las cosechas y los animales. Entonces una cadena hotelera multinacional compró, por un puñado de monedas, las tierras sin nadie.
A orillas del lago, se levantará un centro turístico.
Eduardo Galeano / Quito, febrero de 1976