En esta ciudad de paso, La mañana es fría... un cielo empañado de dulce tristeza, aquella que, de alguna manera casi masoquista produce llagas de miel en el corazón sediento. Sediento de nostalgias y recuerdos vividos, que no existieron más que en la necesidad de soñar eternamente. Te veo formada en la lluvia de pensamientos que no dejan de venir a mi mente con un anhelo ferviente de que existas, aunque no sea más que en estos días de grises y brisas, brisas que no dejan de soplar sobre mi rostro mojado. Déjame soñarte, déjame creerte real. No te vayas, quédate mientras dure esta soledad. Vive conmigo esta utopía temporal de que nuestras vidas están completas sin necesidad de nada más.
Esto pronto pasará, pero ahora… ahora quédate conmigo y ayudémonos a existir. Sólo mírame y permíteme decirte gracias a través de este inmerso silencio.
Gracias por tu música, gracias por tu sonrisa, gracias por tu tristeza risueña que me hace volar.